Hace unos días pude ver esta imagen de una papelera que al parecer algún/a ciudadano/a había confundido con un contenedor. El/la pobre no debió percatarse que, ni por su tamaño ni por su color, la papelera no era un contenedor de basura. Igual, lástima de él/ella, ni siquiera ha llegado a ver nunca un contenedor.
De hecho, estoy convencida que además debe sufrir problemas muy serios de visión puesto que apenas están colocados unos metros más allá de la papelera. Seguro que, en su ignorancia, ni siquiera se percató que sus bolsas de basura no cabían en esta. Es muy probable que hasta se sintiera satisfecho/a con él/ella mismo/a por cómo había contribuido a mejorar el paisaje urbano con sus alegres bolsas azules llenas de desechos sobresaliendo de la papelera. En su corta inteligencia, pobre, seguramente tampoco entendió que inutilizaba la papelera. Además, debe estar tremendamente solo/a, sin familiares, ni amigos ni conocidos a los que en alguna ocasión haya visto tirar la basura en un contenedor.
Y si quizás me equivoco, y este no es el caso, es que es un/a incívico/a, un/a vago/a, un/a dejado/a, un/a insolidario/a, un/a egoísta y un/a cochino/a, entre otros calificativos.