Ahora que están a la vuelta de la esquina las elecciones municipales de mayo, sería bueno, a mi juicio, hablar sobre qué es y a qué aspira el nuevo municipalismo. El nuevo municipalismo partió de una proposición que podríamos catalogar de novedosa: no era estrictamente necesario organizarse alrededor de una formación política de las de siempre para poder formar parte de una institución pública como son los ayuntamientos. Unas con más suerte y otras con menos, las candidaturas municipalistas, en multitud de pueblos y ciudades, se entendieron como un conjunto de propuestas que podían llegar a tener puntos en común para trabajar con unas normas que respetasen la opinión de todos.
En esta línea iban los programas de participación y el vínculo político y a la vez democrático, entre quienes alcanzasen cargos como representantes de la ciudadanía, es decir, alcaldes y concejales. Hoy en día podemos hacer un balance considerándolo como resultado, entre estas agrupaciones municipalistas políticas y los partidos políticos tradicionales. La nueva política pretendía sacar fuera de los despachos públicos argumentos e ideas que por ética política sólo pueden quedar dentro de la institución. La nueva política llamada municipalista pretende eliminar la política como profesión en torno a los cargos públicos, y su pretensión también es enterrar el rango jerárquico en la toma de decisiones. Los nuevos partidos municipalistas después de comprobar lo que verdaderamente es la política, ya disponen de estructuras con el inevitable rango jerárquico al que hacíamos referencia.
Camino de unas nuevas elecciones municipales podemos asegurar que va disminuyendo de forma progresiva ese ímpetu de los que querían cambiarlo/renovarlo todo en materia municipal. Estas nuevas organizaciones, que se desligan muchas de ellas del espíritu conciliador de los primeros Ayuntamientos democráticos de últimos de los años 70, no entienden que la burocracia es indispensable en cualquier administración pública, y más en las corporaciones locales; y con este referido papel burocrático, ¿qué pasa?, pues pasa que la nueva política acaba actuando de la misma forma que los partidos de siempre al entrar en las instituciones.
Su modelo, de fuerte calado colectivo, pretende aniquilar todo lo que suene a institucional, ¿pero tiene esta nueva política municipalista métodos y argumentos para llevar a cabo este proceso? Sinceramente creo que no, y no los tienen porque debido a su postura tan diversa en el plano social (y a la vez político), consecuencia de la conjunción de una inmensidad de ideas (algunas utópicas y abstractas), todo acaba en un caos. Cuando han entrado en las corporaciones locales, y se han querido alejar de lo institucional, han fracasado y han entrado en un dilema llamémosle, municipalista: su política municipalista se convierte en dilema municipalista.
Por último, hablemos ahora del entorno de estas nuevas candidaturas municipalistas. Pues bien, no han cuajado como movimiento de gran potencial, porque al tener multiplicidades ideológicas, se convierten en una dispersión de toma de decisiones, y eso implica desorganización en todas sus facetas, y, además, viendo cómo funcionan en materia de gestión diaria, muchos han adoptado en su interior la palabra desengaño. Con todo ello podemos afirmar que el nuevo municipalismo se queda sin aspiración, porque las buenas costumbres y las coyunturales prácticas de la política tradicional municipalista, siempre acabarán por desbordar a lo desconocido, lo desordenado y lo antisistema de lo novedoso.