Andrea de Pablos. Psicòloga
Me tomo el atrevimiento de parafrasear las palabras del psiquiatra Guillermo Rendueles Olmedo para poner título a este artículo de opinión enmarcado en la efeméride del Día Mundial de la Salud. Por “defecto profesional” me centraré en la salud mental, sí, ese sector de la sanidad tan olvidado y postergado y que ahora, bajo la lupa de la actual crisis sanitaria, la OMS nos advierte que: detrás del Covid19 viene una pandemia de salud mental.
No hablaré en este artículo sobre el sistema sanitario, dado que, justamente, hoy es el día de la salud, por lo cual, si una persona recurre al sistema sanitario ya hay síntomas instalados o una fase aguda. Sin duda, que un buen sistema sanitario comienza por la prevención y una reforzada atención primaria, pero prefiero abordar “las causas de las causas”. ¿Qué se debe cambiar o reforzar para evitar la pérdida de salud? (lo cual es lo más eficiente, eficaz y rentable para el sistema sanitario y, por ende, para la sociedad y las personas).
Es que no todas las personas tienen los mismos factores de riesgo de pérdida de la salud (y no me refiero a la carga genética, que también), son factores determinantes como tener las necesidades básicas resueltas. Tener acceso a una vivienda digna, trabajo digno, acceso a los suministros básicos, que no te discriminen por tu género ni tu origen… Enferma más quién menos tiene. Sí, las desigualdades matan y no hablo de algún país “lejano”. A nivel de Cataluña, la primera causa de muerte entre los 15 y 34 años es el suicidio, a nivel estatal, más de lo mismo, tan sólo decir que los suicidios casi doblan el número de víctimas en accidentes de tráfico.
La pérdida de salud no puede ser visto exclusivamente como algo individual, el problema es estructural, y se debe hacer un abordaje comunitario y social. Abordar “las causas de las causas”.
España es el segundo país de la UE con más consumo de fármacos y el primero en el mundo en consumo de hipnosedantes, siendo las más medicadas las mujeres pobres y sin estudios (tres factores de riesgo: género, exclusión social, educación, por poner un ejemplo).
Y, aunque la evidencia científica muestra que el mejor tratamiento para la ansiedad son las técnicas psicológicas, la ratio de psicólog@s por cada 100.000 habitantes a nivel estatal es de 6 psicólog@s (en Cataluña 4,5). En la Unión Europea es de 18, el triple…
Luego de las vacunas contra el Covid19, los antidepresivos se perfilan como el gran negocio de la industria farmacéutica para combatir la llamada “fatiga pandémica”.
Sí, es más fácil inventar eufemismos patologizantes como “fatiga pandémica” que reconocer que lo que deprime y enferma son los problemas de sociedades disfuncionales con los valores y las prioridades invertidas. ¿Cuáles son las prioridades en una sociedad dónde no se respetan los derechos básicos de las personas (educación, vivienda, trabajo, salud)? La privatización (y deterioro) del sistema sanitario, la precarización del trabajo y la erosión de la democracia son rasgos de lo que J Coscubiela tituló como: ‘La pandemia del capitalismo’. En este libro (que recomiendo) explica que los derechos fundamentales no pueden estar sometidos al mercado, propone, como alternativa, un “capitalismo de los bienes comunes”. Donde el beneficio privado no sea el motor, sino, que se base en una “sostenibilidad social”, aceptando la ecodependencia y la interdependencia de todas las personas.
Como decía Gramsci “la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer” el neoliberalismo hace aguas, momento idóneo para plantear un cambio estructural. Centrado en revertir las desigualdades y en el bien común. Donde la respuesta a los problemas de salud mental, como anuncia el título de este artículo, no sea la medicalización propuesta por el modelo biomédico sino una respuesta colectiva a un problema social.